Yusa canta sus canciones en la alta madrugada. Hablo al oído de María mientras vuelve en si. La catalepsia la abandona poco a poco. Anda por ahí, sonámbula, viviendo en el sueño y no cree en la soledad. Aprieta fuerte la mano amiga que encontró.
Calma en la noche. Lo peor ya fue.
Fue, en el principio, el caos... ahora embriaguez. Tintos gustos olvidados por el gesto noctambular que no repara en vacías botellas sin mensajes que arrojar.
-Aguarda el instante previo, la hora justa, el segundo que no duda, ni cavila-
Existe (rodeandola) una pasión que dejó marcadas sus huellas. Un viento inquieto se empeña en borrarlas. Un rasgueo mueve el aire alrededor y la música que se había ido a otra parte, vuelve sobre sus pasos. La arena se puebla de señas y señales de numerosos rumbos, cada cual a mejor destino.
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